martes, 5 de febrero de 2008

Nación, identidad y chilenidad.

Un día caminando con un amigo hacia uno de esos espectáculos de entrada liberada típicos de verano, surgió el tema de la nación y la chilenidad. Él me contaba su desconfianza hacia el concepto de nación pues la consideraba una idea creada con parámetros sumamente arbitrarios y a lo que se llamaba cultura chilena, es decir chilenidad, no era más que una ilusión y todo lo que existía era un paradigma cultural centralista que perdía valor en las periferias. Esto me llamo poderosamente la atención, pues si bien sabia del centralismo del concepto, la “no existencia” de la chilenidad me parecía algo muy discutible.
Para mi el concepto de nación es sobre todo una identidad impuesta, en cierta medida utilitaria pues el estado busca la síntesis de la población con el fin de su mejor organización y control. Por lo que los parámetros no serian arbitrarios, sino establecidos de acuerdo a las lógicas de la “elite” dirigente del estado, cuyo fin ultimo es cohesión orgánica de la población.
Pero toda identidad nace de la experiencia cultural, y la chilenidad como fundamentó de la nación no seria la excepción (1). Teniendo esto en cuenta se podría identificar algunos elementos que han marcado la experiencia cultural chilena, tres me llaman poderosamente la atención: uno seria el reconocimiento indirecto al “ser mestizo”, la búsqueda del ideal de progreso a la europea y la oposición al “otro” como medio esencial de afirmación de la identidad nacional. Los tres se enlazan poderosamente al momento de comprender el ser chileno.
Sobre el primero, digo que es un reconocimiento indirecto pues si bien se asume el carácter mestizo de la nación, ésta declaración solo se da en la folklorización de la cultura, pues (aquí entramos en el segundo punto) nuestra sociedad no trata de crecer sobre su particularidad, sino más bien a través de modelos de desarrollo foráneos – esencialmente europeo- que nos hacen ver con desconfianza nuestra mesticidad como medio de potenciación. En este sentido siempre nuestros dirigentes han sido imitadores del “mejor mundo” (viejo mundo), tratando en los posible de alejarse de la estigmatizada Latinoamérica, en esa sazón surgen frases tan significativas como “los ingleses de Sudamérica” o los “jaguares de Latinoamérica” que nos plantea la falsa idea de ser mejores que nuestros vecinos.
Por último esta el tema de la oposición como elemento central en la creación de nuestra identidad nacional, sobre esto muchos autores han planteado que es en el conflicto con los “otros” donde encontramos el verdadero sentido del“nosotros”, es así que se ha dicho que el ser chileno ha surgido con la guerra, primero con los españoles en la independencia, pero muy principalmente con la guerra del pacifico y la llamada “pacificación de la Araucanía” (2). Estas han sido luchas por el territorio (el elemento material que señala Larraín) por el cual se sustenta el Estado, siendo la sangre de los hijos la patria lo que lo ha sacralizado. De este modo se va formando una conciencia de grupo, que mediante el conflicto con la “otredad” aminora los efectos de la diferenciación vertical y crea cohesión entre la población.
En consecuencia la experiencia cultural diferenciada, en cuanto se enmarca en el territorio ganado con la sangre de los “hijos de la nación”, nos hacen compartir un sentido de pertenencia, gracias a esa experiencia existe la chilenidad. Pero las peculiaridades de esas experiencias no son univocas, pues son tan diversas como el pueblo que la sustenta, encontramos aquí el motivo de la confusión, pues la chilenidad es por sobre todo una pretensión de síntesis de aquellas, aunque de gran variabilidad en el territorio (3).
(1) Jorge Larraín en base a esta idea ha planteado la identidad como una construcción social, la cual se entroncaría en base a tres elementos los cuales serian: a) categorías sociales compartidas (tales como religión, etnía y género), b) el elemento material como medio de autoreconocimiento y c) en comparación al otro. Ver en “Identidad Chilena”, ed. Lom, 2001, pp 21-48.

(2) A raíz de esto Maximiliano Salinas ha enfatizado la patriarcalidad de la nación, pues se forja al calor de la violencia con el “otro”, a quien se endemoniza. Se ha sacado de la mesa redonda de “nación, memoria y perdón”, escuela de verano udec 2008.

(3) Debo hacer la observación que en esta breve reflexión no he tratado el tema del reconocimiento a los pueblos indígenas, ya que si bien este tema es relevante en cuanto implica un espacio multicultural que a veces se invisibiliza, tratarlo significa escribir algo más extenso lo que por ahora me da flojera, por lo que lo tratare otro día.

1 comentario:

Edgardo Cifuentes dijo...

No me rindo. Eso quiere decir que la identidad no existe. Lo que pasa es que mi concepto de existencia es menos abierto...